
No lo estaba, el osito, pero podía haberlo estado. Quiero decir que era tal el "merder" que planeaba sobre el tan nombrado, y esperado por algunos, circuito urbano que podría haberse encaramado a un árbol para ver pasar rujiendo los bólidos de la fórmula 3, la GTA, la GTS, la GPS o su puta madre disfrazada de Santiago y cierra España. Y ni cuento lo del público, ríete tú de Mónaco. Un grupo de calorros encerrados en el perímetro de seguridad, el burro que se había cagado en medio de la entrada del parking y una pareja de abuelas que no podian llegar al cementerio de Nazaret a ponerle unas flores a su nieto Santi, muerto de una sobredosis en el cañar del Turia. Y nos verán quinientos millones de espectadores. Una experiencia inolvidable, lamentablemente inolvidable.